Un seco hola por parte de ella al llegar sacó al joven de
sus pensamientos más profundos. No estaba ya preocupada, así que sólo se le
notaba el enfado y, si se le miraba bien, se veía tristeza, aunque de forma más
disimulada.
-¿Entramos? - Jose estaba nervioso, se le notaba a leguas.
-Sí, mejor.
Cual caballero él le sujetó la puerta mientras ella entraba
y elegía una mesa. Buscó la más alejada de todo el gentío del bar y esperaron
para hablar hasta tener delante sus consumiciones: cerveza para él, Nestea para
ella.
Sandra levantó una ceja con incertidumbre mirándolo. Él, que
no le pasó desapercibida aquella mirada, agarró el botellín y de un trago bebió
poco menos de la mitad. Lo iba a necesitar.
-Esto no es fácil.
-Ya te cansaste de mi, ¿no? No es tan difícil.
-¿Qué? ¡¡NO!! – Levantó la voz, pero entre la multitud no se
notó. - ¿Recuerdas el día de las compras, con mi hermana? Resulta que… Yo no lo
sabía. Prometido, me lo dijo ella. Que mi ex, Sara…
Dejó de hablar. Dio otro sorbo a la cerveza. Su mano
temblaba.
-¿Ha vuelo y estás hecho un lío, entre ella o yo? O que directamente
no sabes cómo dejarme por ella. - Lo intentaba adivinar, ya que él no podía o
no se le veía animado a seguir.
-Es tu prima. – Una tercera vez que se llevó la cerveza a
los labios y ya la había acabado.
Sandra palideció. Él siguió hablando, ya que ella no sabía
cómo reaccionar.
-Aquél día en la fiesta que os conocisteis mi hermana y tú,
la chica que hizo la fiesta se lo comentó. El hermano de ella, que estuvo liado
contigo conocía tus apellidos, y por mi hermana nos conocía a mí y a Sara.
Vuestro apellido coincidía. Indagó un poco y por Internet todo se sabe. Así
que, tu odiada prima… Es mi ex. La chica por quien tanto he sufrido. La que tú
empezabas a hacer que olvidase. Ella nunca habló de ti ni tú de ella, así que
hasta ahora no he sabido de vuestro parentesco. Estos días he estado fatal por
miedo a que cuando lo supieras decidieras pasar de mí. No sabía tu reacción, no
sabía que pensarías o qué dirías. Por Dios, ¡dime algo!
-Que lo estoy flipando. ¿Por qué cuando empiezo a ser feliz,
esa zorra aparece en mi vida, de una forma u otra? Escucha, te llamaré. Dame tiempo. Porque más
que otra cosa, me ha jodido que no hayas dado la cara desde primera hora, no
tienes ni idea de qué asustada he estado por ti, capullo.
-Pero, entiéndeme…
-Ni una palabra más. Ya hablaremos.
Una vez más, sólo las cuatro paredes de su habitación eran
cómplices de sus lágrimas, preguntándose de qué servía realmente ser buena
persona, ya que todo le salía mal.
Sacó la cajita de entre sus montones de ropa del armario, la
abrió y miró dentro. Un pensamiento muy rápido voló por su mente; coger el
cuchillo y hacer lo que tiempo atrás hizo su padre: suicidarse. Pero el
pensamiento tal como vino, lo desechó. Guardaba ese cuchillo como motivo de que
nunca se rendiría ante nada, que el suicidio es la forma fácil de acabar con
todo siendo un cobarde. Para ti todo acaba, pero es el primer día del resto de
su vida de dolor para quienes te rodean. Cerró la caja y la guardó. Nada le iba
a parar. Jamás iba a tirar la toalla. Podría sufrir, pero nunca rendirse.
Agradeció a su padre su cobardía, pues le enseñó el mejor ejemplo que pudo
darle: cómo no ser.
Se secó las lágrimas y llamó a su amigo para tomarse una
cerveza.