miércoles, 29 de abril de 2015

El precipicio de mi mirada

Asómate al precipicio de mi mirada y salta.
Salta adentrándote en el abismo que me llena, e ilumina mi oscuro interior.
Intenta, si puedes, modificar mi tenebroso pasado.
A ver si tú, desde dentro, puedes corregir eso que sé que fallo, pero sigo repitiendo.
Dime de mi qué puedes ver. Cuéntame cuánto queda del niño que fui ayer.
Puedes destruir mi alma o sanar las heridas por las que aún cicatriza mi corazón. Si tienes ambas opciones, si estás en mi interior, no olvides que es porque he dado pie a ello y te lo has ganado. De cualquier manera, mi confianza es tuya. Tú decides si traicionarla. 
Toca el nervio del recuerdo y devuélveme todas esas imágenes que había perdido de cuando era un crío.
Me encantaría poder ver a través de mis ojos la mirada de mi madre al verme nacer.
Yo tan pequeño, tan frágil. Ella tan feliz, llorando. Me sumergiría en el mar que supone sus lágrimas, buceando hasta unirme a ella y hacerle saber que sin haber vivido, ya la quise.

Baila sobre el festival de color de mis ojos, pero con cuidado, un mal paso te haría perderte para siempre en la amargura de mis pupilas. Tienden a dilatarse cuando algo no va bien. Me avisan, pero tarde, yo ya estoy aturdido. No he sabido ver el peligro hasta tenerlo delante. 
Y ahí estás. 
Tan tentadora como dañina, aunque no lo sepas ni sea intencionadamente.
A mi lado me das la vida y se desvanecen mis energías al verte marchar.
Pero eres mía.
Tu imagen en mis pupilas.
Saltas a mi interior.
Me invitas a ser parte de tu vida dándome la mano.
Nuestras miradas fijas, la una en la otra.
Estoy a un paso de tu abismo.
El precipicio de mi mirada, reflejado en tus ojos.
-¿Quieres que forme parte de ti?
Y tú sólo me respondes:
-Salta.
Y así me perdí para siempre, 
entrando por tus ojos.
Dejando mi fruto en tu vientre.

viernes, 10 de abril de 2015

Historia singular

Una historia un tanto singular... 
No existe el principio ni tampoco el final.
Ilustración realizada por @jaaviRA


Esta no es la típica historia donde al final se encuentra el amor, viven juntos y felices y superan todas las tragedias.
Eso es fantasía y no existe.
Esto es diferente pero a la vez es algo común.
No trata de mi ni de ti. Trata de alguien anónimo que podemos ser todos. 
No es nadie y lo es todo.

De la nada ahí estaba; existía, eso está claro. Era alguien real, justo lo que siempre soñó ser. Tenía más de dieciocho años pero menos de veinticinco. Ni él mismo sabía su edad. ¿Cómo hacerlo si acababa de aparecer? Acababa de sentirse vivo. Irónicamente, nació en un baño , viendo su reflejo en el espejo, difuminado y escondido tras el vapor de agua. 
No recordaba nada de su pasado. ¿Y si no tenía? 
Pero es imposible. Alguien debía reconocerlo. Algo sobre él debía haber escrito. Pero sólo estas palabras le mencionan. 
El espejo empañado se iba aclarando. Pudo ver unos ojos casi verdes que pasaban desapercibidos para la gran parte de personas. Pestañeó. 
Otro lugar. 
Un parque, con risas, caladas y espeso humo. Palabras a medio recitar, poca estabilidad, tan poca que alguien se cayó. Risas. Y golpes. Golpes de entre cinco a uno. Alguien de color paseando por el lugar equivocado y en el momento menos idóneo. Asquerosa esa gente, esas mentalidades. Esa reacción al fumar.
No. Ese no era su lugar. Cerró los ojos con fuerza, deseando marcharse de allí. 
Un sofá. Amigos. Risas. Y nada más. 
Tranquilidad.
Descubrió que no era de estar tirado en la calle. Le gustaba los planes de relax. 
De pestañeo en pestañeo descubrió que no era dado a las drogas. No bebía alcohol, más que alguna cerveza algún sábado. Había conocido al amor, pero más veces al desamor. Recibió abrazos inesperados y frías dagas hundirse en su espalda. Ayudas negadas, alegrías. Palabras no merecidas. Palabras más que merecidas. 
Enhorabuenas y bofetadas. 
Recibió con los brazos abiertos altas horas de la madrugada y con lágrimas en los ojos las primeras luces del alba.
Conocía bastantes cosas sobre él mismo, pero no su inicio.
Es conocedor del amor, pero le falta la chispa que le haga arder. 
Una mano para contar a los suyos. 
Una vida para contar a los de mentira.
Desconoce su futuro. ¿Amor, seguro? Quién sabe si hijos. 
¿Superará los treinta? Ojalá con ciento uno y dando guerra. 
Desea un coche, una casa, escribir un libro, una mente lúcida. Trabajo y dinero. No pasar hambre y viajar. Poder soñar y volar.

Desearía no sentir jamás dolor, pero no es tan iluso. 
Quiere una felicidad plena. Risas y amigos, mínimo hasta una veintena. 
Pero desconoce su futuro. No hay fin. Porque no está escrito. 
Este podría ser yo. Podrías ser tú. 
Coge un boli y ponle tu nombre. 
Pero no escribas el final. Sólo sal a vivirlo. 
Que venga lo que deba venir, afróntalo. 

Pero sobretodo... Vive.

jueves, 9 de abril de 2015

Insignificancias

Esas, esas ganas incesables de escribir. Pero no vienen a mi ideas.
No sé si estrujarme el cerebro, o exprimir el bolígrafo.
Tengo miedo.
Miedo a no encontrar el punto exacto.
Miedo como aquel niño que no supo apretar con fuerza su globo por no explotarlo, y por ello, se le escapó de entre los dedos.
Y ese miedo que se convierte en segundos en rabia y en tristeza, así como lo que tardan sus lágrimas en surcar sus mejillas viendo su globo alejarse, más y más, hasta ser un puntito en el cielo. Hasta perderlo de vista, porque ya no es capaz de ver más alto ni más lejos.
"-Tranquilo cariño, te compraré otro."
¿Y cuándo crecemos y perdemos una oportunidad como si de nuestro globo se tratase? ¿También nuestros padres nos comprarán otra opción?
Porque yo de pequeño, en ese momento, no quería otro globo, quería ESE globo.
Sólo pensamos en nosotros, porque tenemos cerebro. Tratamos a los objetos como objetos, porque para nosotros no tienen más valor que ese, aunque tengan importancia en nuestra vida.
Si lo vemos desde otra perspectiva. ¿Por qué dos cepillos de dientes no pueden tenerse aprecio entre si? Se pasan todo el día juntos, rozándose en ese vasito en el baño. ¿No han podido llegar a entablar algo entre ellos? Porque para nosotros, sólo es un trozo de plástico. Pero qué sabremos nosotros.
Igual el tintineo al caer en el vidrio, para ellos es la señal de la unión de nuevo. Del volver a estar juntos. Igual es música. No porque algo que sirve para limpiar nuestros dientes quiere decir que sea algo feo, inservible o insensible. Parecerá absurdo. Pero nosotros nacimos de la nada. Nunca se sabe qué puede ser el día de mañana de eso que ahora significa "nada".
Porque todo tiene significado. Los pequeños detalles, más aún.
Que tú no lo veas, no significa que no exista.
Sal, a buscar parte de ti, busca ese algo insignificante pero que, cuando lo pienses, digas, "hostia, nunca lo he pensado, nunca he sentido nada porque es un objeto, pero, lo necesito".
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