jueves, 6 de noviembre de 2014

-Escribe

-Escribe.
La voz áspera y cortante acojonaba a cualquiera. Directa y casi en un grito no daba lugar a ninguna réplica.
El frío cañón de la pistola presionaba mi nuca. Yo temblaba de miedo.
No sabía cómo había acabado en esa situación: me obligaba a escribir, cualquier cosa, esperando algo que yo no podía ni entender, ni lograr. Pero no tenía alternativa. Dejé resbalar mis dedos con el lápiz por el papel. Ante su atenta y fría mirada de hielo, aterradora, cerré los ojos y las letras salían solas.
Una imagen se formaba en mi mente y automáticamente se traducía en tinta, en palabras.
Resoplé como si así mi miedo pudiera disiparse, pero mis manos seguían temblando. Con un profundo suspiro puse el punto final del texto.
De mi puño y letra había una perfecta descripción de una chica.
Seguía con los ojos cerrados pero aun así, noté cómo algo sucedía.
Sin verlo, lo notaba. Creyó que lo que escribiese podría hacer magia, y parece que así estaba sucediendo.
Todo cambiaba.
El frío metal en mi nuca era ahora la calidez de unos tiernos y carnosos labios descansando en la misma zona. El pelo largo y ondulado acariciaba mis hombros. El temblor que sentí era el latido acelerado de mi corazón.
La descripción del papel era la chica que tenía detrás, abrazándome.
La magia no era otra que el poder de nuestra imaginación.
Y mi mente quería tenerla a ella.
-Escribe.
Lo que antes era una obligación, ahora era un susurro ardiente de deseo. Una voz tranquila, incitando a querer seguir escuchándola.
Yo, como siempre, deseaba complacerla.
Abrí los ojos. Y aquellos dulces ojos marrones, enfundados tras las gafas se perdían en mi mirada, transmitiendo la calma que necesita cualquier persona del mundo.

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