Yo ya sabía que tú estabas perdida. No perdida. Estabas escondida.
Querías alejarte de todo. De la realidad. De tu realidad, más bien.
Todo te molestaba, las cosas no salían a tu gusto, y es normal que te doliese. Aún eres joven como para conformarte siempre con esta injusta vida, y qué otra opción te quedaba, si no huir.
No te culpo.
Tú no quieres ver este mundo en el que te pasas media vida estudiando para el resto de la vida pasártela en la cola del INEM. Tú quieres vivir, salir, bailar. Quieres reír. Quieres querer y que te quieran, no que te rompan el corazón. Quieres un círculo de amistad verdadera, y no muchos "conocidos" y falsos de cara a ti. No quieres peleas en casa, quieres buenas caras y apoyo en tus momentos de bajón. No necesitas gritos. Necesitas abrazos.
Es normal que quisieras huir.
Y así lo hiciste. Huiste.
Huiste sin dejar rastro, sin dejarme ni una mísera pista. Sin mirar atrás, como si tuvieras miedo. Hasta estar segura, alejada, sola. Huiste hasta encerrarte en ti misma.
Pequeña e indefensa. Impenetrable, marcando a fuego en tus muñecas "sin confianza no hay traición". Estando sola, nadie ni nada podría dañarte. Pero nada podría hacerte sonreír, pero tú eso ya no lo veías. Nunca supiste levantar la cabeza y mirar más allá, has sido de necesitar que alguien empuje tu columpio para ver más allá el horizonte.
Tan tímida y callada, tan apartada de todo, pero a la vez, tan enterada estabas.
Siendo tan tú.
Y ahora, sigues escondida. Nadie sabe dónde. Nadie puede encontrarte.
Salvo yo, que siempre he sido bueno al escondite, y sé tu lugar preferido.
Pero no temas, me haré el loco al buscarte.
martes, 27 de enero de 2015
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