-Haz lo que te inspire el momento.
Y lo que el momento me inspiraba era a derramarme en forma de líneas sobre esta página. A desaparecer; quién sabe si para volver o no. Quién sabe si alguno de mis seres cercanos me echarían en falta.
Ya de esta forma no quedaba nada de mi cuerpo, pero sí mi alma. Mi sangre, la tinta.
"Podrás matarme a mi, pero no a mi esencia".
De esta forma, así me encontraba. Ahora acariciando mis letras el interior de tus ojos, atrayendo tu mirada y ésta recorriendo cada rincón de mi cuerpo; de mis párrafos.
En realidad, no sé qué era para lo que estaba inspirado. Sólo quería dejar una mancha, mi marca de haber estado. Pero no sabía cómo. Ni para qué, en verdad. ¿Tanto me dolía el ser olvidado?
Ahora sé que dejaba huella de cualquier forma.
Que cuando el aire corría y oías el viento pulular, era mi voz rozando tus oídos.
La brisa, el frío o el calor que invadía tu cuerpo, eran mis dedos que te acariciaban.
Cuando sentías que alguien te observaba, no era nadie más que yo, con miles de ojos; esas estrellas que no se ven entre esta inmensa luminosidad, pero están. Esa luz de luna que se cuela entre las rendijas de tu persiana, que la notas pero no molesta; esa era mi forma de desearte buenas noches.
Hasta me colaba en tus sueños, era yo el culpable de que despertaras sonriendo aún sin recordar tus sueños.
Podría decirse, de hecho, que yo era los brazos de Morpheo que te acunaban y te llevaban al séptimo sueño.
Yo era esas indicaciones que te decían por dónde avanzar cuando te quedabas perdido.
Era esas ganas que te inundaban de la nada, ese motivo repentino a no abandonar.
Yo en su día fui las lágrimas de felicidad.
La sonrisa de cada día.
Yo he sido tus ganas, tu fuerza, tu fe. Tu lucha eterna.
He sido la victoria para ti.
Pero ahora, qué importa todo lo que fui para ti, si ni siquiera soy para mi mismo.
Sólo importa que estuve y que de esta forma, de alguna manera, dejé mi huella.
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