martes, 10 de febrero de 2015

Coraza de acero XIII

Debido al tiempo entre el capítulo anterior y esta nueva entrega, os facilito el enlace: http://elfondodemi.blogspot.com.es/2014/12/coraza-de-acero-xii.html

-Luis, te juro que estoy ya hasta los huevos. Nada me sale bien, coño.
-Pero tío, que no puedes pensar eso. Si eres un tío de puta madre, la vida te va a recompensar. Date tiempo.

Estaban en un bareto cerca de sus casas. Era viejo pero tenía algunos sofás y un par de billares. Intentaba parecer moderno dentro de sus posibilidades. Luis eligió ir allí a sabiendas de lo poco frecuentado que era, pues "una cerveza" de Jose significaba emborracharse, hablar sin parar y vaciarse por dentro. Por eso quiso la intimidad de aquel antro.

-Pero, ¿te puedes creer lo de esa perra? ¿Eh? Me jodo lo que no está en los escritos por querer hacer las cosas bien y se mosquea por no decírselo antes. Si se lo digo antes seguro que se habría cabreado. Si es que no hay quien entienda a las mujeres. Pero ese es nuestro puto instinto y problema: pillarnos de ellas. Nos va el morbo, lo peligroso y complicado. Y vamos a por ellas sabiendo que son malas, porque lo son. Pero las necesitamos. Yo necesito amor. No del tuyo, hermano. Se que me quieres y cuidas de mi. Yo también te quiero. Pero necesito amor del saber que algún corazón late al ritmo del mío. Del de pensar lo mismo a la vez y las risas que se contagien acaben en besos. Quiero de ese amor que no necesite más que una mirada para entendernos. Pero la culpa es mía, por gilipollas y pillarme otra vez, como si no tuviese bastante con el corazón roto una vez. ¿Quieres otra birra?
-No, aún tengo. - Luis no bebía, jugueteaba con el cuello de su botellín casi intacto, soportando el aluvión de mierda que su amigo soltaba.
-Haces bien. Yo mañana me acordaré de esta noche, menuda resaca tendré. Pero hoy necesito no recordar nada más. Cuida de mi, hermano. Te necesito. ¡Jefe! Un Cacique-Cola. No sé qué haría si tú también me fallaras. Y pensar que pude haberme follado a la tía que ahora te hace sonreír. Soy un mierda. ¿Cómo os va? - Se notaba a Jose gravemente perjudicado. No debería beber más, la cabeza le explotaría al día siguiente.
-Bueno, bien. Estudia fuera y viene mañana. Ya veremos, poco a poco.
-Buah, cómo me alegro. Espero que no sea otra puta zumbada como la mía y no acabes así. - Acabó señalándose a sí mismo, demostrando su borrachera - Ahora se que soy lo peor pero no puedo parar tío. Estoy acojonado del día a día de mi vida. Vivo en una putada constante. Y ahora ella me putea más. No sabe que la necesito. No tiene ni puta idea de nada. Joder, ¿sabes qué? ¡Que a la mierda! La mando pero ya a la mierda. - Se levantó tambaleándose y sacándose el móvil del bolsillo - Será por tías. Le escribo y adiós. ¿Nos vamos de fiesta? Me han dado ganas de pillar a alguna para desquitarme.
-¡Tú estás fatal, loco! - Luis se lanzó por encima de la mesa arrancándole el móvil de las manos. - Quieto, enfermo. ¿Qué tienes en la cabeza? Nunca has sido así. Acábate esa mierda, nos vamos a casa ya.  

Jose enterró la cara en sus manos entre lágrimas. En su interior, el último pedacito de él mismo que quedaba consciente de todo, sabía lo mal que estaba actuando. Pero era un 1% contra 99% queriendo olvidarse de todo, pasar página y poder ser feliz. Ya tocaba, después de año tras año sufriendo.
El abrazo de Luis que le pilló por sorpresa fue el detonante, y arrancó a llorar en silencio en el hombro de su amigo, sabiendo que a veces no era necesario beber, ni insultar a nadie, criticar problemas o huir. A veces lo necesario es un abrazo sincero para desahogarte de principio a fin.

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