Y empieza a ser costumbre esto de sentirme vacío.
Tan vacío que ya no siento frío, ni calor.
He disparado a Cupido matando así al amor.
Y las cenizas se disipan como todo lo que quise.
No importa cuán fuerte pise,
porque no dejo huella,
dejo una herida imposible de que cicatrice.
Tan vacío que he quemado mi memoria llena de nuestros objetos
y quise apagar la llama con el cajón de los recuerdos...
Y no...
Sólo hubo una explosión que no deja locos ni cuerdos,
sólo cuerpos rotos dignos de exposición,
una decisión de la que jamás fue mi visión.
Tan vacío que ya no quedan fotos, mensajes o tus vaqueros rotos.
Olvidé tus masajes al igual que perdí nuestros pasajes.
¿Recuerdas aquél destino?
¿Y qué queda? Si no...
Si no es tu memoria, ya te dije que me moría
y mi vida es como aquella puta noria,
vueltas subidas y bajadas,
y me siento puta escoria por mi idas y mis cagadas.
Tan vacío que de mi sólo queda el hastío,
el desafío a la muerte y danzar bajo un río.
Porque si me hundo al menos de agua se llena mi pecho,
y es mejor que del dolor que me inundo
por el hecho de que eras todo y sin ti no hay ni mundo.
Pero la cagué y estoy moribundo de sentimientos,
mi corazón roto y mi alma sin cimientos.
Ya vacío me quedo
y es el precio por el quiero y no puedo...
sábado, 6 de febrero de 2016
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