martes, 28 de febrero de 2017

La de las 3:18

Una noche más que pasa y tú sigues en mi cabeza. Quisiera saber todo lo que piensas, aclararme, que nos aclarásemos.
-Voy a escribirle -me digo.

Pero ahí están mis mensajes; el último de la conversación (totalmente inesperada) el día 23. Otro el 24 sin respuesta. El día 26 lo intento preguntando qué tal el carnaval, sabiendo lo que significa para ti. 
Los minutos pasan y sigo sin respuesta. 
Salgo de tu conversación y sigo con mi aburrida vida.  Hasta que veo una noticia que te podría interesar. La copio, voy a pegarlo en tu chat y ahí está tu 'en línea'.
Espero y desaparece. Suspiro, borro y desaparezco. 

Miro la pantalla del móvil como un cuervo mira la luna, con el pecho henchido, la mirada desafiante, con postura dominante, en tono amenazador. Ladeando la cabeza sin pestañear.
Acabo por suspirar hondo, con la vista perdida, lanzando el móvil en la cama sin importarme lo más mínimo si rebota y cae al suelo, y el cuervo alza su vuelo, alejándose vencido.

Me gustaría un por qué hoy sí y mañana no. 

No podía esperar gran cosa, pero tampoco pensé en esto.
Es como jugar con un caramelo delante de un niño, y no dárselo.
Como pinchar el globo con el que juega.
Como apagar la tele en sus dibujos preferidos, o no dejarle comerse otro helado. 

Son detalles minúsculos que a ese niño, le parten el alma.
Que me parten el alma. 

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