Podía sentir una presencia cercana. No veía nada más que oscuridad, si es que la oscuridad puede verse. Quizá tenía los ojos vendados, pese a que me parecía poder pestañear.
Algo emergió. No sé cómo, pero podía vislumbrar una forma, también oscura. Negro sobre negro.
Una capucha y una larga túnica era mi única visión. Parecía no tener rostro, manos ni pies. Daba la impresión de flotar.
Una capucha y una larga túnica era mi única visión. Parecía no tener rostro, manos ni pies. Daba la impresión de flotar.
Aterraba.
De haber tenido una guadaña sería inequívocamente la Parca.
Aunque no podía verlo, notaba que me miraba fijamente. Notaba su mirada clavada en mi pecho, rasgando mi alma, observando mi interior.
Era demasiado siniestro, por lo que traté de apartar la mirada. Al hacerlo, esa forma ladeó la cabeza como si buscase mi contacto visual.
En ningún momento traté de moverme y cada vez tenía más claro que no podría haberlo hecho aunque lo intentase. Se me vino a la mente una frase; <<Si no puedes huir de ello, mírale fijamente a los ojos>>. No sabía de qué la conocía, pero me dio un impulso de entereza ante la situación que tan sumiso me dejaba.
Clavé mi mirada en la espesura que había donde debería haber un rostro; De haberlo tenido, estoy seguro que lo estaría viendo sonreír triunfante y ególatramente.
La manga -vacía- de su túnica se levantó y con ello, automáticamente, se elevó mi brazo frente a ella. Subía y bajaba y yo le imitaba sin poderlo remediar. Como si fuera su marioneta y estuviera jugando con mis hilos. Se jactaba de su muñequito.
Sin más, desapareció. Sus mangas alzadas ya no estaban, por lo que nada sujetaba mis brazos, que cayeron a plomo sobre mis piernas.
No tenía noción alguna del tiempo. Era incapaz de calcular si fueron segundos o varias horas. Lo único que sabía, pese a no verlo, era que tenía su cabeza sobre uno de mis hombros, por mi espalda. Ni le vi, ni le oí moverse, pero sabía que ahora había cambiado a mi otro hombro. ¿O no estaba solo? ¿Eran varios?
Pude escuchar una voz resonando en mi interior. No distinguía si era masculina o femenina, si era humana o una máquina, si gritaba o susurraba.
-¿Crees que puedes escapar de tu destino?
Hubo una pausa, demasiado larga para mi gusto, pero prosiguió hablando aquella voz.
-¿Crees que estar aquí es un error? ¿Que pueda ser un tipo de venganza? ¿Quizá vamos a pedir un rescate por ti? ¿La opción de vender tus órganos al mercado negro ha aparecido ya entre tus ideas? ¿Qué pasa por esa cabecita tuya estando ahí, tan sorprendido como inmóvil? Permíteme decirte algo. Estás aquí porque así lo quisieron; porque está marcado.
>> Cada hola, cada reencuentro que esto descubrió. Cada adiós, cada despedida que te rompió. Cada caída, cada herida; las que se olvidan y las que te dejan cicatriz, sea en la piel o por infeliz. Cada victoria, cada lágrima derramada por cualquier historia. Cada abrazo por cada acierto que te llenaba de afecto. Cada enfado al volver a ver esa maldita piedra con la que tanto has tropezado. Cada patada que le diste queriéndola alejar, pero avanzas y ahí volvía a estar. Cada escalera que te ayudó a escalar, subir y llegar más alto, o cada vez que la usaste para bajar. Cada palabra que no pudiste decir, cada frase que te sobró. Cada tren que se te escapó. Cada puerta que tú mismo abriste. Cada retahíla de besos que diste. Cada oportunidad de sonreír que perdiste. Cada arcoíris que viste. Cada decepción que has sufrido. Cada conocido que con ello has perdido, pero también cada nueva persona que has conocido. Cada paso en falso que dabas mientras tambaleabas. Cada esfuerzo mental para salir del bucle en el que te ahogabas.
>> ¿Crees que eres tan fuerte de la nada? Es fruto de la traición de todo el que te rodeaba. Has aprendido la lección porque has seguido a la perfección el guión.
Eres realmente iluso si piensas que puedes cambiar algo. No, no puedes. Lo único que puedes hacer es conocerte a ti mismo, descubrirte, ver que puedes con más de lo que crees y que siempre te has infravalorado.
>> Toda tu vida, como cualquier otra, ya venía marcada. Tienes un principio y un final. Los éxitos y los fracasos aparecen aleatoriamente a lo largo de los años. Por supuesto, tienes cierta libertad. Puedes aprender, por ejemplo. Eso ya depende de ti, te puede ayudar a lo largo de tu trayecto. Pero lo que no puedes hacer, ni debes hacer, es echar la vista atrás y preguntarte qué habría pasado de elegir otro camino, de adelantar o retrasar tu primer beso, de fijarte en otra persona. De haber pasado más tiempo con quién ahora no puedes, de encararte, de luchar por lo que te asustaba. Porque si hubieras cambiado cualquier cosa, esta ya no sería tu vida. Tu vida es así porque debe ser justo así. A veces se pasa de injusta, y lo sé. Decidieron que para que la balanza esté equilibrada, al igual del bien debe existir el mal.
>> Antes de decir si la balanza está más inclinada hacia un lado, porque lo malo actualmente es más visible y notorio, replantéate tu visión de la vida; Valora lo que eres y lo que te rodea. ¿Gana lo malo o le damos más importancia que a lo bueno? Que estás acostumbrado a algo no debería de bajarle el valor, no debería de significar menos.
>> Lo que puedo decirte, es que lo único que necesitas, es coraje. Lo demás llegará. Yo estaré vigilándote para que no olvides que, sea como sea, tanto con lo positivo como con lo negativo, hay que vivir. Vivir tu vida.
Todo el tiempo. Siempre.
Me desperté sobresaltado. Estaba acostumbrado a soñar cualquier cosa, pero esta vez parecía real, tan real, que no lo pude pasar por alto. Sin perder demasiado tiempo salí de casa. No sabía qué iba a hacer ni a dónde iría; solo sabía que tenía una vida que vivir.
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