sábado, 9 de abril de 2022

Catástrofes internas

Se estaba hundiendo poco a poco, sin poderlo remediar. Tras probar por sí misma a salir, vio como aquellas arenas movedizas le tragaban aún con mayor rapidez. Debatiéndose entre la vida y la muerte, comprendió lo inútil que era luchar y prefirió abandonarse a su propia suerte; dejar que la vida siguiera su curso e irse cuando tocase, si es que ese era su momento. Aprovecharía el poco tiempo que le quedase de cordura haciendo un repaso a su infancia, su adolescencia, sus errores y aprendizajes. La típica película que pasa ante tus ojos estando a punto de morir. Solo que esta vez, ella misma fue quien quiso recrearla mientras esperaba su desenlace. Creía firmemente que era su fin, pero no sabía cuándo le llegaría.

La valentía y entereza con la que esperaba su trágica muerte se difuminó de manera veloz e inadvertida, de tal forma que no notó sus miedos y temblores hasta sentir algo sobre su cara. Las lágrimas habían cobrado vida sobre su rostro, haciendo su ruta y lamiendo sus mejillas hasta caer sobre la arena tan traicionera que la envolvía.
Recordaba quienes la dejaron atrás y a quienes ella estaba a punto de dejar. Recordaba todas esas cosas que tenía en mente por hacer y todas aquellas otras que le encantaría pero no se atrevía ni tan si quiera a soñarlas.
Se hundía muy lentamente, el tiempo parecía no avanzar, pero cada vez estaba más atrapada, más tensa, su cuerpo más dolorido y ella más angustiada y aterrada. Pero todo eso poco importaba, los recuerdos siguieron llegando como un torbellino que remueve y lanza todo por los aires, apartando todos los pensamientos y provocando grandes daños. Junto a sus memorias vinieron los remordimientos y las preguntas. Todas esas veces que se preguntó un por qué y no encontraba más respuesta que un "por no haber sido capaz". Y entre tanta culpa, llegó la rabia. Rabia de por qué a ella. Por qué debía sufrir tanto. ¿Qué había hecho tan mal en su pasado para haber llegado a este punto?
Siempre trató de actuar bien, de la manera más correcta posible y sobre todo sin dañar a nadie salvo a sí misma. Esto pasa cuando antepones a todos a ti; a veces, los intereses no son los mismos y se requieren sacrificios. Ella. Se sacrificaba siempre ella. Quizá todo eso la llevó hasta ahí y eso solo era otro sacrificio más.

La ansiedad, que posiblemente aguardase paciente anteriormente, ahora comenzaba a ser incansable aporreando la puerta. Le pudo la prisa y ahora se hacía notar con mayor fuerza. El incesante bombeo de su corazón con una rapidez mayor a lo común empezaba a ser insoportable y doloroso.

<<Cálmate y respira. Sabes hacerlo, contrólate.>> Hiperventilando, se sorprendió a sí misma, ya que pese a todo, algo de cordura luchaba y seguía con ella. Lástima que fuera algo tan efímero y por cada atisbo de esperanza hubiera treinta pensamientos dispuestos a arruinar toda opción de salvarse.
Trató de cerrar los ojos y agitar la cabeza para alejar esos ideas nefastas, pero era tarde. Estaba enterrada hasta la barbilla, ni su cabeza podía mover. De nuevo vislumbraba su fin y las lágrimas brotaban con mayor intensidad.
La arena cubrió sus parpados y se recordó encerrada en su habitación, su refugio, llorando y abrazada a su almohada, que a menudo era su única defensa en casa. Pero esta vez no.
Oscuridad. Gritos y golpes. Llantos. Temblores.
Caos.

Su cabeza era un volcán que todo lo que contenía en su interior y ahora estaba expulsando era auténtica lava que arrasaba con todo a su paso. Ella estaba en medio de todo, siendo también arrastrada.

Notando los últimos milímetros de frente siendo cubiertos, entre una terrible agonía y unas ganas de luchar sin éxito alguno, sin más, se hundió por completo.
<<Unos segundos más y todo habrá acabado>> pensó.
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La luz aumentaba de intensidad gradualmente, para no ser dañina a la vista. La música sonaba de fondo pero le era perfectamente reconocible: su canción favorita. Su pecho dejaba de doler, sus pulsaciones volvían a la normalidad. Respiraba cada vez de manera más relajada y pausada, pudiendo controlar el aire que inhalaba y exhalaba.
Las cadenas que la habían mantenido atada yacían rotas a sus pies. Entre los eslabones partidos podía leerse <miedo>; Eso que acababa de superar, una vez más, en un nuevo duelo que ella nunca buscó.
A sus espaldas se encontraba todo aquello que le ayudó a librar esa batalla de su cabeza. No necesitaba girarse para verlo, pues sentía en sus brazos los hilos de los que tiraba su gente, los fieles que nunca le fallarían. Sentía unas risas inconfundibles, de dos pequeñas personitas por las que rezaba no ver corroída su inocencia con el paso de los años. Estaban también sus sueños y metas. Sus abrazos pendientes de dar, sus te quiero por decir. Tenía mil batallas más que librar -y vencer-. Tenía un mundo que recorrer e incontables opiniones que pisotear para sentirse bien consigo misma sin someterse a más torturas ni juicios morales. Tenía una fortaleza por seguir construyendo y un mundo al que contárselo.
Por todo eso y otros muchos motivos que ella misma aún desconocía, sabía que la opción de rendirse no era válida, ni ahora, ni nunca.

Nada sería fácil, pero mientras tuviera manos a las que sujetarse, no habría pozo que la sumiera para siempre y volvería a la superficie.

domingo, 21 de noviembre de 2021

La vida te hace despertar

¿Y si resulta que estamos entendiendo mal la vida?
Es posible que estemos tan acostumbrados a demostrar, enseñar, presumir, fingir y a compartir lo que hoy en día explota y mueve masas, que olvidamos sentir. Pero sentir de verdad, no lo que quieren que sintamos.
A veces la vida es eso que se nos escapa entre los dedos sin poderlo evitar, pero que tampoco nos damos cuenta.

Vivir puede ser también esos cinco minutitos en los que retrasas la alarma y en ese lapso de tiempo no existe ninguna preocupación. Ese momento donde tienes los ojos entrecerrados y las sábanas rozan tu piel desnuda, que ni esa ligera brisita que entra en tu habitación te agita; incluso la disfrutas. Cuando estás en una absoluta armonía tras haber descansado bien, y tu cabeza aún no ha arrancado a funcionar y ningún pensamiento te perturba. Que el único sonido que escuchas provenga de unos pajarillos revoloteando felices y el viento arrastre su canto. No hay ruido de coches, ni gritos, ni tan si quiera suena ese maldito tic-tac que nos hace pensar que todo está más próximo de acabar. 

Porque todo termina. 

Toda tu calma en un segundo se vuelve caos. Suena la alarma que te saca de tu ensoñación y te enfada por romper tu paz, por tener que volver a tu monotonía. El estruendoso pitido de varios coches. El frío que te envuelve al destaparte porque necesitas vestirte, y corriendo, porque vas tarde. Las gotas de lluvia colándose por el cuello de tu abrigo y te eriza el vello. Ese bus que se escapa ante tus narices. Los nervios, las prisas. El tic-tac suena acelerado, incluso tu corazón resulta agobiado. 

lunes, 20 de septiembre de 2021

El Lobo Feroz

¿Qué habría pasado si mientras los tres cerditos cantaban <<¿quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo, al Lobo...?>> éste hubiera entrado de improvisto en su cabaña?
Habría roto sus esquemas, éstos quedarían en shock y toda su vida se habría puesto patas arriba y en peligro en cuestión de segundos. 

A menudo, el Lobo Feroz entra en la cabaña habitada de mi cabeza e instaura el caos. 
Miedo, gritos, parálisis, desesperación. 
No todos vivimos en un cuento de Disney. 
Yo vivo encerrado en el pánico que un lobo provoca. 
Un revuelo en el que noto que alguien me persigue. Alguien quiere hacerme daño. Una magia maligna capaz de arrebatarme la felicidad en cualquier momento. Una puerta que me transporta a un lugar lúgubre, careciente de todo tipo de sentimientos. 
Un hastío instalado en mi. 
Un alma en pena que lucha para sobrevivir sin saber a qué ni por qué. 

Poca atención se le presta a ese lobo que tanto daño puede hacer. Ese Lobo Feroz que tanto tiempo lleva sufriendo las burlas de los cerditos y ansía cobrarse su venganza a cualquier precio. 
Busca acorralarnos, busca humillarnos. Busca vencer a toda costa, sin pensar en consecuencias. Ese lobo ya lo tiene todo perdido y su única meta es destrozar la paz mental y tumbar con ello las paredes que nos protegen. Da igual si me busca a mi, o si te encuentra a ti. Solo quiere arrasar.
El problema viene si has sido un cerdito poco previsor y no has dedicado suficiente tiempo a construir una sólida cabaña que pueda aguantar cualquier ataque. No le costará mucho derribarla y acabar contigo. 

Por ello es tan importante dedicarse un poquito de tiempo en busca de nuestra propia supervivencia. 
El peligro no avisa, no siempre se ve. Aún así, puede estar acechando. 

Vamos a ponerle las cosas difíciles al Lobo Feroz, que le cueste entrar en nuestra cabaña. 

A veces es necesario retrasar un poquito nuestro baile y convertirlo más tarde en una fiesta eterna. 






Mucho amor para todos mis lectores. 
Son tiempos difíciles, muchísimo ánimo. 
Cuidaos y cuidad vuestra salud mental
por encima de todo. No dudéis de buscar 
ayuda si la necesitáis. Que el miedo del 
qué dirán no quede por encima de vuestros 
problemas, que nadie más que vosotros
mismos sabéis a qué os enfrentáis y 
cómo os puede afectar.   

domingo, 1 de agosto de 2021

Todo el tiempo. Siempre

Podía sentir una presencia cercana. No veía nada más que oscuridad, si es que la oscuridad puede verse. Quizá tenía los ojos vendados, pese a que me parecía poder pestañear. 
Algo emergió. No sé cómo, pero podía vislumbrar una forma, también oscura. Negro sobre negro. 
Una capucha y una larga túnica era mi única visión. Parecía no tener rostro, manos ni pies. Daba la impresión de flotar. 
Aterraba.
De haber tenido una guadaña sería inequívocamente la Parca. 

Aunque no podía verlo, notaba que me miraba fijamente. Notaba su mirada clavada en mi pecho, rasgando mi alma, observando mi interior. 
Era demasiado siniestro, por lo que traté de apartar la mirada.  Al hacerlo, esa forma ladeó la cabeza como si buscase mi contacto visual. 
En ningún momento traté de moverme y cada vez tenía más claro que no podría haberlo hecho aunque lo intentase. Se me vino a la mente una frase; <<Si no puedes huir de ello, mírale fijamente a los ojos>>. No sabía de qué la conocía, pero me dio un impulso de entereza ante la situación que tan sumiso me dejaba. 
Clavé mi mirada en la espesura que había donde debería haber un rostro; De haberlo tenido, estoy seguro que lo estaría viendo sonreír triunfante y ególatramente.
La manga -vacía- de su túnica se levantó y con ello, automáticamente, se elevó mi brazo frente a ella. Subía y bajaba y yo le imitaba sin poderlo remediar. Como si fuera su marioneta y estuviera jugando con mis hilos. Se jactaba de su muñequito. 

Sin más, desapareció. Sus mangas alzadas ya no estaban, por lo que nada sujetaba mis brazos, que cayeron a plomo sobre mis piernas. 
No tenía noción alguna del tiempo. Era incapaz de calcular si fueron segundos o varias horas. Lo único que sabía, pese a no verlo, era que tenía su cabeza sobre uno de mis hombros, por mi espalda. Ni le vi, ni le oí moverse, pero sabía que ahora había cambiado a mi otro hombro. ¿O no estaba solo? ¿Eran varios?

Pude escuchar una voz resonando en mi interior. No distinguía si era masculina o femenina, si era humana o una máquina, si gritaba o susurraba. 
-¿Crees que puedes escapar de tu destino?

miércoles, 17 de febrero de 2021

San Valentín

¡Feliz San Valentín! Gracias por venir. Hacía tiempo que no hablaba contigo. Al menos esta vez te noto diferente. No sabría decirte en qué, ni si a bien o para mal. Diferente, a fin de cuentas. No todos los cambios deben apreciarse a simple vista ni distinguirse al momento. Espero que te quedes para que pueda comprobarlo.
Te mentiría si te dijera que no me duele si no me dices que me quieres. Sé que lo haces, me lo demuestra la forma en que me miras, pero a veces, lo único que me salva, es oírlo. Puede que sea por eso por lo que llevo tanto tiempo perdido, hundido. Como si estuviera derrotado, ¿sabes? Como si de alguna manera, todo me superase.
No me importaría que me lo dijeras ahora, aunque hayan pasado tres días del día de los enamorados.
Me daría igual si me lo dices a las tres de la tarde o a las cinco de la mañana, tras una pesadilla.
Me sentiría totalmente indiferente si tu forma de decírmelo es riendo o llorando.
Hazlo en París, en la gran ciudad del amor, como en las películas. Si no puedes llevarme, dímelo en un banco en el parque debajo de casa, que no va a pasar absolutamente nada.
Lo que quiero es que entiendas que no significa nada el cuándo, dónde, ni el como.
Sólo me interesa el quién; Y eres tú.
Siempre has sido y serás tú.
Nadie mejor me ha sabido entender, aceptar, ni perdonar.
¿A quién le he contado mis miedos más ocultos? O quién los conoce, incluso sin hablar de ellos.
¿Quién ha sabido consolarme, cuando tratar conmigo era imposible?
¿Detrás de quién me escondía, cuando no quería ni podía estar?
Dime quién es la única persona que me perdona, antes de conocer la historia.

No hay ojos que más me gusta ver brillar, ni sonrisa que más me anime que la tuya.
Estás por encima de todo, por encima de todos.
No me importa quedarme solo si te tengo a ti, es un precio que estoy dispuesto a pagar.

domingo, 31 de enero de 2021

Ruleta rusa

¿Sabéis de ese 'juego' típico de películas llamado ruleta rusa?
Se mete una bala, se hace girar el tambor del revólver y se cierra. Después, se dispara a ciegas contra tu cabeza. 
<Clic>. Suena así cuando no hay bala. 
<¡PUM!>. La bala es tuya. Estás acabado. 
Vivir o morir.
En manos del azar, mientras nos apunta con un arma, jugándonos nuestra suerte. Ves tu vida pasar mientras te apuntan. Te planteas si has vivido lo bastante. Si has tenido un recorrido satisfactorio, si dejaste algo por hacer, alguien por besar. 
No sabes qué va a pasar, sólo sabes que no quieres que sea así, en forma de juego, como si tu supervivencia fuera una diversión para alguien. 

Pues algo así sufro a diario. 
Cada noche mientras duermo, en mi cabeza se juega a la maldita ruleta rusa. 
Un día hace <clic> y sigo vivo. Me despierto feliz, lleno de energía, con buenos pensamientos y creyendo que todo es maravilloso, que todo lo malo tendrá fin, que tiempos peores pasamos y que mejores épocas vendrán. 
Otro día, otro <clic>. Otro día de fantasía. 
<Clic>. Nada. 
<Clic>
<Clic>
<¡PUM!>
Antes de que el sonido haya dejado de retumbar en mis oídos, la bala ya ha recorrido mi cerebro atravesando todos mis pensamientos, destrozándolos, dañándome por completo, y se ha incrustado en mi alma, que ahora sangra sin cesar. 

martes, 26 de enero de 2021

Sé que es algo que debo hacer, no por ti, por aquel ni aquella, si no por mi. Sé que mirando al suelo me pierdo las mejores vistas, pero si alzo la mirada la luz del sol me quema los ojos.
Sé que el camino es avanzar, tropezar, evitar obstáculos. De sobra sé que en ese camino quedará atrás familia y amigos, pero el trayecto es largo, otros nuevos encontraré. Unos agarrarán mi mano mientras que otros quieran cortarmela.
Sé que nadie va a calmarme cuando mi cuerpo tiembla, que no hay quién apacigüe los demonios de mi interior. No hay ser que pueda iluminar mi alma, no hay cabida para la luz dentro de mi. Mil sombras cada día se instalan ahí, arrebatándome cada emoción que no sea oscura, negándome el derecho a sonreír. 
También sé que nadie va a ver eso y por supuesto, sé que yo tampoco puedo enseñarlo. 
Sé que debo ser el fuerte, pero sé que no lo soy. 
Sé que debo dar otro paso, las que parecen no saberlo son mis piernas que me impiden moverme. 
Sé que aquí anclado no voy a sanar, no voy a crecer. 
Sé que hacerlo conlleva dolor y cicatrices, que quiera o no, lo haré. 
Sé que siempre digo que hay que dejar de tener miedo y nos debemos atrever a todo, aunque lo cierto es que yo estoy cagado de miedo. 
Estoy acojonado de mi futuro, e incluso de mi propio presente. Me aterran los fantasmas del pasado. 
Sé que el miedo es un lastre, una carga en nuestra vida, pero es que es superior a mi, más poderoso que yo, más de lo que jamás lo seré. Algunos inspiran y expiran, se controlan a sí mismos. Yo cierro los ojos en este intento de relajación y veo la soledad, con ojos aterradores y brazos abiertos esperando que me acune en ellos. 


Sé que todo el mundo espera mucho de mi. 
Sé que están equivocados.
Nadie sabe qué les puedo dar, por mucho que digan, cuando tan solo yo sé que no hay nada que aportar.
No soy mucho más que este saco de piel y muchos miedos.

Lo que si sé, es que luchando contra viento y marea, trataré de salir de estas arenas movedizas.
Sé que debo escapar, pero la tentación de dejarme vencer y hundirme es tan fuerte, que me cuestiono si sé qué es lo mejor... 
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