Seis meses y veinte días después, él se repite esas misma frase:
-Te quiero Sara, y siempre lo haré. Y sé que tú también.
Sigue sin saber nada de ella. De un día para otro, desapareció. Se amaban y seguían juntos en la distancia. Eso casi no cambiaba nada. Iban a correr a la misma hora, el mismo tiempo. Veían y comentaban fútbol. Sólo que a cientos de kilómetros, pero el amor seguía ahí.
No hubo explicación, ni adiós. Sólo una despedida de buenas noches. Eso fue todo.
Él le dio los buenos días y media hora después de la hora acostumbrada a que ella se levantara, empezó a preocuparse. Ella nunca se dormía de más, no tanto tiempo.
Le llegaban los WhatsApp, le enviaba tweets y le escribía al chat de Facebook, con el mismo resultado vacío en todas partes.
Una y otra vez él se repetía mentalmente el día anterior. Cada palabra y gesto por la WebCam. Recordaba su cara en su pantalla, su enorme y bonita sonrisa. No parecía pasar nada. O lo disimulaba muy bien.
-Zorra - es lo único que pensó esta vez. - No. Joder, no,no. Ella era cualquier cosa menos eso. Pero, ¿por qué? ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué hice, o qué te ha pasado?
Y así es como un hombre vivo muere en su interior.
Sabiendo que a perdido lo que más quiere y sin saber por qué.
jueves, 15 de mayo de 2014
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