lunes, 31 de agosto de 2020

Ilusiones

Quizás la culpa no era más que mía. No había nadie ni nada más al que cargar el muerto.
Siempre era yo. Yo y mi estúpida manía de ilusionarme.
Mi torpe costumbre de creer que podría volver a sentir las mariposas en mi estómago, cuando si las hubo tiempo atrás, ya murieron. Ahora en su lugar es carne putrefacta lo que habita en mi interior.
Tampoco hay ya nada de ese león que se comía las mariposas. Ahora es un gatito y mis ilusiones su ovillo con el que jugar, de aquí para allá, ajeno a cualquier realidad.
Pero ese minino se asusta ante el ladrido del perro que corre en su búsqueda, como si le fuera a alcanzar. Rápido y astuto huye, por ésta vez, pero vive intranquilo. Aún así, mejor inseguro viviendo su vida a su modo, que creyéndose libre mientras le ponen el bozal y la correa, más pareciendo una marioneta en sus manos. 

Todos somos dóciles. Alguna debilidad tenemos y la mía son las ilusiones. 
¿Cómo fui capaz de dejarme engañar?
Aunque es fácil hacerlo cuando crees firme y ciegamente en algo. 
Creí que sería posible, que una vida mejor y más feliz estaría ahí para mi, a la vuelta de la esquina. Que no tenía que hacer nada, que simplemente, llegaría. 
Quizá pensé que ese golpe de suerte llegaría en forma de nombre y apellidos. 
Que vendría en la complicidad que nace tras un abrazo al celebrar un gol en el campo de fútbol de mi equipo. 
En un cruce de miradas en el autobús. 
En el roce de manos al ayudar a recoger algo caído, como en las películas.
De unos favs en Twitter. 
En la sonrisa al repasar las fotos de Instagram.
Pero podría haber sido perfectamente un viaje. 
El típico sorteo que nunca toca, pero por una vez, se rompen los esquemas y ganas.
Algo tan simple como una felicitación por el trabajo bien hecho, en vez de sólo machacar cuando fallas.
Puede venir en la sonrisa de un niño pequeño que me mira en plena calle.
En el olor a lluvia cuando estoy más decaído.
Ese trébol de cuatro hojas, que esté ahí en el suelo, como si llevara mi nombre. 
Aquel paquete que olvidé que había pedido y me cambia el humor.  
La carta de un conocido. 
Ese mensaje que todos esperamos y que nunca llega.
Que mi artista favorito me mire a mi, entre el público, cuando recite mi frase favorita.

Pero, ¿qué más da? El café se me enfría. El helado se me derrite. Los planes siempre me salen al revés. Mi vida es un continuo traspié. 
Empezar algo y dejarlo a medio hacer.
La cantidad de historias que dejé sin terminar porque en la vida he sabido cómo avanzar, ni cómo hacer un bonito final. 

Sin embargo, no sé cambiar. Creo que tampoco quiero.
Si mi único error es ilusionarme, seguiré errando siempre. 
Por muy vacío que esté, siempre encuentro algo que me llena y alimenta mis ilusiones:
El abrazo de mi sobrino. Ver cómo se hace mayor, que de la nada me diga que me quiere.
Cuando hago reír a alguien que está mal.
Cuando halagan mis gustos por cualquier cosa.
Cuando leéis mis textos.
El beso de mi mamá. 
El día que logro tener mi mente en paz. 
Un día productivo que creo que seré capaz de mantener como rutina.
Spotify en aleatorio, que parece saber qué canción necesita mi estado de ánimo.
La partida perfecta en un videojuego. 

No importa la grandeza del detalle, es qué ocurre, qué nos cambia y mejora el humor. Lo que nos hace saber que ha sido un buen día, sonreír y poder pensar que mañana también puede serlo. Que no importa lo malo, que siempre viene algo bueno, sea en unas horas, o en meses. La balanza siempre se acaba equilibrando, es cuestión de esperar que se llene el otro extremo. O directamente saltar.
No importa qué tan jodido esté. A mi me incita a tirar para adelante el saber que aún hay mucha vida. Muchos errores, aciertos, ilusiones, desilusiones, trampas por el camino, engaños de unos y cariño de otros. Acciones dolorosas, risas inesperadas.
Pérdidas.
Se me encoge el pecho, pero se que es el paso de la vida y que el destino me tiene algo preparado. Igual incluso es un nuevo encuentro. Si no avanzo no lo sabré.

Así que permítanme seguir ilusionándome con cada paso que doy. Aunque me equivoque y me duela.

Ustedes... No sé, probablemente, deberían hacer igual.
Ilusiónense, disfruten del momento y de la vida. 

¿Y si sale mal...?
Pues lo seguiremos intentando hasta que salga bien. 

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