-Jose, yo... Yo quiero disculparme.
Tras besarse en la discoteca, Jose cogió a Sandra de la mano y se despidió, añadiendo acompañarla a casa. Todos opinaron que era la mejor idea. Ahora, caminando tras un momento de incómodo silencio, ella le dijo eso.
-¿Tú? ¿Por qué? - Jose no lo entendía.
-Bueno, no debí... No debí haber bailado con él. Vine con vosotros y debería haberme quedado junto a ti y tus amigos.
-¡Anda ya! Sólo ibas a bailar. A pasarlo bien. No has hecho nada mal.
-Si es que...Bueno...¡Me gustas! Y no te lanzabas. Quería ponerte celoso, intentarlo al menos...
-Parece que funcionó. Pero la próxima, simplemente, podrías haber dicho algo. Pedir o darme el beso.
-¿Me das un beso?
-Y mil, si los quisieras.
Terminó la frase con sus labios pegados a los de ella. Fue un beso suave, corto, rozándose apenas los labios, hasta que ella le sujetó la camisa y le apretó contra ella, buscando la lengua con la suya para enrredarlas y quedarse así lo que les pareció una eternidad.
El camino de besos y abrazos les pareció bastante corto y antes de lo que querían estaban en el portal de ella. Parecía el fin de la noche.
-No me apetece subir aún. ¿Te quieres quedar? Aquí charlando, o ¿prefieres volver?
-Por nada del mundo me iría ahora de tu lado.
Sandra no sabía si se refería a que estaba a gusto con ella o era por miedo a que le pasara algo por lo ocurrido, aunque sólo estaba a unos cuántos escalones de casa. Pero sonaba tan bien que no le importó. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en los fríos ladrillos y con unos golpecitos le invitó a imitarla.
-Qué irónico todo. Quería un beso tuyo y casi me dan otro. Quería tu boca y a cambio casi te cuesta una pelea, cuando estuvimos a milímetros.
-¿Y si él te hubiera besado y te gustase? - Le asaltaron las dudas.
-Yo no me habría dejado, soy luchadora. Confiaba en que tu tampoco lo llegaras a permitir. Aunque me lo hubiera dado, no me habría gustado.
-¿Por qué Sandra? ¿Cómo puedes saberlo?
-Porque no eran tus labios Jose.
El resto de amigos habían abandonado la discoteca e iban todos juntos, a dejar a las chicas una a una en sus casas. Con el susto nadie quería arriesgarse.
Luis y Miriam iban rezagados, querían intimidad pero no apartarse del grupo.
-Muchas gracias por todo... - Ella apretó su mano, intentando contener las lágrimas.
-Por alguien como tú, esto es lo mínimo que podía hacer. - Luis sólo quería que le desaparecieran las lágrimas que a él le dejaban roto interiormente.
-No sé si llego a merecer tanto la pena...
-Déjame descubrirlo, conocerte.
-Será un placer, mi héroe.
viernes, 27 de junio de 2014
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