miércoles, 11 de junio de 2014

Coraza de acero VIII

Ellos ya estaban allí puntuales esperándolas. Entre risas, unos a otros se avisaron, giraron, silbaron y se quedaron mirando a las chicas. Cada cuál iba más guapa, pero ganaba en recibir miradas Sandra. Ella sonreía. 
  -Puta. Todos te desean. - Su amiga se lo recordaba una vez más entre risas.

  -Cabrón con suerte. Ha venido así para ti. - A Jose también se lo tenían presente. 

Llegaron a su altura, volaron los piropos y todos se saludaron con dos besos. Sandra saludó a Antonio, Jaime, Pablo, Luis y Jose, en ese orden. Con éste último se entretuvo más, se estrechó entre sus brazos y los besos fueron muy cerca de la comisura de los labios, con una sonrisa cómplice y especial por parte de ambos. 

Fueron entrando y el ambiente era muy bueno. Reían juntos, bebían, bailaban. 
Jose y Sandra ya habían compartido más de un baile juntos, alguno demasiado sensual, y varias conversaciones íntimas. Pero nada más. 
Miriam apareció de entre la multitud, se excusó con Jose y se llevó a su amiga a la barra, a por algo de beber. De camino charlaron qué tal iban las cosas. 
Sus amigos también se interesaban y el chico les respondía sin apartar la mirada de ella desde lejos. Observó a dos tíos hablarles cerca del oído, darles dos besos a cada una, y sacarlas a bailar. A pesar de esos celos no lo podía impedir, y menos cuando Laura se enganchó a él y empezó a moverse. Se dejó llevar por la música y le siguió el ritmo. Ella casi babeaba y estaba ensimismada por su simpatía, pero sabía que era 'propiedad privada' así que se contentaba con bailar y con ello como excusa, acariciarle por donde pudiera, sin ser descarada. 
Laura levantó la mirada sobre el hombro de él y vio a Sandra siendo agarrada de la cintura por su acompañante e intentándola besar mientras ella se resistía como podía. Laura avisó a Jose que, al ver la escena, corrió hacia ellos. De un empujón apartó al tío y la situó detrás de él.
-Déjala en paz. - Su mirada amenazaba más que su voz. 
-Ya ha pasado de ti, hermano. No os he visto ni besaros. Ahora me toca intentarlo.
-Ni te atrevas.
-¿Me lo vas a impedir tú, gilipollas?
-Igual nosotros sí. - Jaime se interpuso entre ellos. Aquél bicho de metro noventa y cuerpo de guardia de seguridad obtenido a base de gimnasio asustaba. Antonio estaba a su lado. No era tan alto ni esbelto, pero igualmente intimidaba. 
Jose preguntaba, ajeno a aquello que no ocurriría nada, a Sandra si estaba bien. Ella temblando le decía que sí. Se abrazó a él, y entre sollozos, no dejaba de agradecérselo.

Luis y Pablo, con dos amigas de ellas a sus espaldas y el aviso de éstas de que no veían a Miriam y estaba con el otro amigo del individuo, la buscaban. Le encontraron pegada a la pared en una zona más oscura. El muchacho tenía y movía una pierna entre las de ella y le besaba el cuello mientras le agarraba las manos. A medida que se acercaban vieron sus lágrimas. Luis aceleró el paso, agarró y tiró hacia él desde el hombro a ese imbécil y acto seguido le lanzó un puñetazo hasta su nariz y otro a la boca del estómago, dejándolo tumbado y sin poder respirar. 
Natalia ya abrazaba a su amiga. 
Pablo agarrando al tipo de la camiseta lo arrastraba fuera de allí. 
Luis fue a por Miriam, le secó las lágrimas y se interesó por ella, lleno de cariño y ternura. No había ni rastro de la furia de hace unos segundos. Pidió agua a Cristina y ella se fue llevándose a Natalia.
-Estoy bien...No ha llegado a más... Gracias...
-Ya todo va bien...Tranquilízate...

En ese mismo momento, en los extremos opuestos de la misma discoteca, Jose rodeaba con su brazo la cintura de Sandra y ella acariciaba su mejilla, cada vez más cerca.
Luis se separó de Miriam para mirarle, sonreírle y ver cómo ella le devolvía la sonrisa, acercándose lentamente a su boca.
Y las dos parejas se besaron a la vez.

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